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Mario y Mar son hijos de la tierra que brotaron como 2 semillas que al crecer se ensamblaron en una perfecta armonía. Trabajando en forma separada con comunidades, la estrella del destino les marcó un mismo camino para que lo recorrieran juntos en una misma raíz. 

Vienen de familias diferentes pero con historias que hablaban desde un mismo verbo: cocinar. Crearon juntos un mismo árbol de muchas raíces y en su origen se plantó un mismo propósito, el de buscar y preservar semillas nativas, criollas y construir un lugar para reflexionar lo humano  y en ese camino entender la siembra como el génesis de muchas semillas que convergen en la belleza, magnificencia y perfección del alimento. 

Los dos han crecido con la receta del amor junto a la teta que lo inició todo. Esas matronas a las que nadie enseño, pero al parecer saben más que ningún otro. Su enseñanza gastronómica no salió de libros o recetas, se hicieron a la cocina como ciegos aprendiendo a  leer, sintiendo cada fruto, cada cereal, palpando con las manos, oliendo y conociendo los colores, aprendieron a escuchar a los alimentos y construyeron una cocina con la sensibilidad de los 5 sentidos. 

Entrar al Taller de Amasijos, es entrar a la caprichosa mente de estos dos personajes, Su cocina intenta descifrar la pregunta antediluviana del porqué están en esta tierra y cuál es su  razón de ser con sus semejantes. Y entre tanto  husmear, indagar, olfatear y escudriñar acordaron que con un poco de aderezo, adobo y  aliños  emprenderían su ruta de sabiduría sin inicios, ni finales, solo en  constante evolución y nutrición. 

“ Nuestro slogan es sembramos desde la cocina, y ese es un propósito y quiere decir que todo lo que sucede en la cocina es paralelo a lo que sucede en la tierra. Si la cocina es diversa se va a necesitar diversidad sembrada, entre más diversidad haya en nuestro gusto, más diversidad se necesitará sembrada”

Entonces cocinar de alguna manera los traslada a los sembrados, es la tierra en sus manos moldeando, transformando y en la desigualdad de los ingredientes han encontrado la diversidad de un cultivo que se pinta con los colores, sabores y texturas de esta tierra del sur de Colombia Y eso lo tienen claro. 

“Intentamos no decirle productos a las cosas sino llamarlos como alimentos. Que nos recuerde a nosotros que estamos trabajando con alimentos y que ellos tienen vida y que fueron semilla alguna vez, sembradas alguna vez, recogidas por otra vida y que llegaron aquí amorosamente, y cuidamos mucho eso” 

El campo es su gran despensa, juegan con el arco iris de la tierra para crear y construir sus platos y  con los agricultores han coincidido en la admiración por las semillas y en su hermoso viaje hasta llevarlos a la mesa y procuran trabajar en equipo en el tema de la agroecología, de la siembra limpia o de proyectos sociales que de alguna manera les toquen el corazón.

Pero la verdadera cómplice y artífice de la chispa que ronda en el ambiente del Taller es una gran hermosa mesa rectangular dispuesta para recibir esas manos que embadurnadas tropiezan con la masa, coquetean con ella y en ese toquetearse y divertirse y el  cotilleo y el parloteo, cobra vida y ha dejado ya de ser semilla, ha cambiado su tierra por las hojas que la envuelven y se colma de amor, de pasión, de energía. Ha nacido del pecho de la tierra para alimentar, criar y nutrir. 

GALERÍA FOTOGRÁFICA

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