Luisa es una guardiana de semillas, desde su pequeña huerta produce y protege muchas variedades de plantas. Últimamente su pelea la tiene que dar con los inclementes cambios del clima. La lluvia que no llega hace que su huerta luzca seca y triste. Las semillas no logran completar todo su proceso de germinación y no alcanzan a salir porque no hubo suficiente agua para que lo lograran.
“El choclo ya se debió haber cogido pero la mata ya está seca y se perdió la semilla, se perdió el alimento.
El cambio climático que hace años no pasaba de ser el tema de conversación de solo algunos, hoy toma relevancia en las agendas gubernamentales de todos los países, sin embargo es un tema que ya desafortunadamente pasó de estar en solo estadísticas y hoy se materializó en escasez de recursos y racionamientos de agua en zonas rurales y las ciudades. Estas pérdidas se sienten diferente para personas como Luisa que ven realmente como el problema del agua afecta a la agricultura de una manera tan dura y sin piedad. horas, semanas y hasta meses perdidos porque la lluvia no quiere salir, porque sus animales y plantas han dejado de beber y en la angustiosa sequedad de la tierra, ellos mismos han perdido su fuente de alimentación.
Esto es algo que los citadinos no alcanzan a dimensionar. Ellos se programan ante el calendario de racionamientos y si hoy no tienen agua, se bañaran mañana y si no hay para cocinar, pues fácil, saldrán a algún restaurante para comer. Esta interrupción entre el campo y la ciudad hace que la gente en su mayoría no tenga aún la conciencia de lo que está pasando y no sienta como lo hace la gente del campo, donde sus habitantes organizan plegarias y pagamentos a la madre tierra para que el agua llegue a sus huertas, para que sus oraciones se eleven hacia ese cielo y le permita a la lluvia poder salir de nuevo. Ellos creen, agradecen y ruegan por su líquido, otros solo abren las llaves del agua y la dejan correr sin temor alguno.
Cuando la tierra es la que proporciona, la que suministra, la que provee, duele verla tan seca. Las huertas siempre permanecian verdes, llenas de flores, llenas de vida, ahora el panorama permanece en un lamentable color amarillo seco.
“Este por ejemplo es apio para coger semilla, pero pues realmente tienen que haber 50 plantas de estas para coger una buena semilla, porque sino no funciona bien”
Los conocimientos de protección de semillas de Luisa vienen desde su abuela que desde niña les enseño a cultivarlas. Desde que llegaban del colegio la ponían a ella y sus hermanos a escoger frijol, o a sembrar oca o maíz. El aprendizaje se hacía ahí en el mismo campo. Observaban a sus abuelos hacerlo e iban aprendiendo en el camino.
En su huerta tiene 150 variedades de semillas entre maíz de colores, acelga roja y morada, rúcula, árboles capulí, caléndula, que ha podido rescatar.
Como guardiana, pertenece a una red dentro de la cual se hacen intercambios de conocimientos y también en muchas veces de semillas. Es un trabajo de constancia, en el que no se puede dejar de construir.
“Yo ahorita fui para el Tolima para construir red porque es necesario salvaguardar las semillas, es bien importante que las semillas esten protegidas. Y lleve un poco de mis semillas y se le despierta a la gente su hacer. Porque esto es de nosotros, siempre ha estado”.
Las semillas se renuevan dependiendo de la viabilidad de cada una de ellas. Las verduras duran aproximadamente 3 años por eso siempre se las cosecha y se les pone la fecha de cosecha y desde ahí se empieza a contar los 3 años para que ellas sigan germinando. El maíz dura 10 años 15 años, las papas duran 6 meses guardadas bien almacenadas.
El almacenamiento es prioridad y desde el cultivo todo el proceso debe hacerse bien para poder mantener la conservación por muchos años. En estas comunidades de guardianes de semillas ellos están preparados para esos tiempos de crisis donde el clima puede acabar sin avisar miles de hectáreas sembradas. Ellos mantienen sus reservas y ante un problema de sequía, pueden volver a intentarlo cuando las condiciones sean óptimas de nuevo. De no ser por ellas, las pérdidas serían totales.
La viabilidad de las semillas va a depender de la planta que esta tenga. Por ejemplo del frijol, una sola mata proporciona una genética muy buena del grano y de una sola se puede sacar las semillas que se quiera y su genética se va a conservar; pero el maíz por ejemplo habrá que tener 300 plantas para lograr una semilla buena y que la genética no se pierda, de lo contrario su semilla se degenera y pueden salir muy pequeñas. Todo este proceso se explica muy bien cuando se le entregan estas semillas a la gente, porque se puede confundir y pensar que una semilla está mala por ser pequeña, cuando el problema estuvo en que no se recolectó bien.
“Por eso ser guardián de semillas es un tema de paciencia, constancia y puro amor. No hay otra cosa, si quiere ser guardian de semilla es eso. Uno se sienta a observar y puede conocer mucho de la planta cuando la observas y gracias a Dios hay mucha gente que lo hace y sabe mucho y la idea es replicar este conocimiento que definitivamente no se puede perder.
Todos estos métodos y conocimientos ancestrales muchas veces van en contravía de las técnicas que entidades como el Ica o Agrosavia enseñan. Para estas entidades estas prácticas son ilegales por la manera en que conservan ellos mismos sus semillas, el conocimiento empírico puede traer consecuencias de enfermedades que no se pueden tratar sin un debido proceso industrial. Sin embargo los guardianes siguen en sus luchas por transmitir estos conocimientos y por llegar a la gente de otra manera alternativa donde les enseñan a las personas que han querido escucharlas una nueva forma de alimentación organica, saludable, libre de químicos y sacada directamente de la tierra con todos los nutrientes y beneficios que esto puede generar.
“Y aunque a veces parece una lucha solitaria y después se encuentra con un resto de gente que está haciendo que todo esto funcione”
Estos intercambios de semillas y cultura han cruzado ya fronteras internacionales y hay gente interesada en hacer estos trueques. Un ejemplo son las Alubias que se intercambian con España o las habas a Europa.
Los cambios deben empezar a sentirse, la mentalidad deberá cambiar, los ojos deben girar hacia las zonas rurales. Aquí se está trabajando por una revolución verde que puede hacer que exista un futuro. En estos territorios no van a esperar que la escasez de los recursos los coja desprevenidos. Ellos ya se están proyectando hacia un mañana que pocos ven, y saben que lo que nos espera no es fácil si no empezamos a hacer algo hoy.
Estos conocimientos ancestrales ya empiezan a ser copiados por nuevas generaciones que han visto con interés como este puede ser su futuro. Algunos profesionales ya están tomando las riendas para asegurar que sus tradiciones, costumbres y la experiencia de un trabajo territorial y comunitario como el que se vive hoy sea protegido y salvaguardado. Es importante ver que hay rostros nuevos en la reuniones que la comunidad realiza sobre estos temas de cuidado de los recursos como es el agua, ya no son los mismos hablando siempre con los mismos, ahora son más jóvenes tomando la vocería y pasando la palabra, para que la huella que les dejaron sus antepasados no se borre con el paso del tiempo, más se enmarque dentro de su trabajo.
Estas economías rurales en su mayoría familiares se sostienen en cierta parte por la venta de sus cultivos, o por el ahorro que significa que su comida no sale del supermercado sino de sus propias granjas. El dinero necesariamente es el motor de cualquier economía, estas comunidades no son la excepción, ellas también pagan catastro, también compran insumos para cultivar, pagan servicios, o los gastos de educación de sus hijos. Si no hay entrada de dinero, esto realmente no funciona.
“Nosotros producimos nuestra propia comida, antes que pensar en vender nosotros pensamos en nuestro propio sustento y el de nuestras familias. Porque cuando yo produzco y consumo no me enfermo, entonces no voy a utilizar dinero para curar enfermedades. entonces ahí está la ganancia. Y si sale algo pues se lo vende”
El maíz y el frijol se guardan y pueden durar hasta para todo el año. Todo el proceso implica esfuerzo, trabajo, tiempo y dinero, pero la semilla está con ellos y se mantiene circulando por mucho tiempo entre ellos. Ese es un gran beneficio, especialmente en épocas de crisis como la ambiental que se está viviendo actualmente. Hay muchos factores que pueden aumentar o disminuir el precio de los productos, especialmente en las zonas rurales. El clima afecta, un mal cultivo puede arruinar la semilla o simplemente que no existan vías para sacar a la ciudad el producto.
Es importante que la conexión campo y ciudad se restablezca, no como simples visitantes de fin de semana, sino formando alianzas para fortalecer estas cadenas de protección de los recursos. Hay que empezar a recordar cómo se trabajaba alrededor de las chagras, como se pedía a la madre tierra por la lluvia, como se construían las casas con las mingas, como es el trabajo colaborativo, como es la unión de esfuerzos en busca de un mejor vivir. Esperemos que la gente empiece a tomar conciencia de su entorno, de los beneficios del campo, del provecho de comer sanamente los nutrientes de la tierra y que no despierten de su letargo demasiado tarde.
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