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Charlando con Esteban Moreno, propietario de La Casa del café nos comenta: «nuestro trabajo siempre estuvo enfocado en lo social, trabajando con comunidades. En ese proceso estábamos buscando una casa donde ubicarnos y seguir con nuestro trabajo. Esta búsqueda nos llevó a las puertas de una antigua casa en el barrio Santiago». 

Con mucho esfuerzo y apoyo de amigos y estudiantes de la Universidad de Nariño lograron  reestructurar la deteriorada edificación y convertirla finalmente en su lugar de trabajo. Sin embargo, muchos estudiantes continuaron visitándonos porque el lugar les parecía muy amigable y cómodo para realizar sus talleres y actividades. Les brindaban de vez en cuando un café para calentar las frías tardes pastusas.  Más adelante ellos mismos darían la idea de empezar a venderlo y así poder pagar las deudas en las que incurría la casa. 

Se corría la voz entre los estudiantes y el gusto por el café seguía creciendo, empezaron a cotizar máquinas de café para darle forma a este nuevo emprendimiento que se venía ya gestando. Sin embargo, el alto costo de esta maquinaria fue desinflando esta idea y no les permitió avanzar. La siguiente idea vendría de la mano de los Abuelos del Pueblo Indigena Quillacinga con los que mantenían una relación laboral. Ellos le propusieron a Esteban que se mantuviera fiel a las tradiciones de su tierra, que hiciera el café como a la antigua, como lo siguen haciendo en algunas casas, con la bolsita. 

El siguiente paso fue entonces mandar a fabricar 3 cafeteras, una grande, una mediana y una pequeña para colar el café con el que finalmente atraería a muchas personas que llegaban seducidas por tan delicioso y característico olor de casa. 

“Recuperamos la tacita y el plato campesino de esa que se chilta, para poder volver nuevamente la memoria de la gente, porque la arquitectura de la casa daba todo un contexto para recordar la casa de los abuelos” 

 Contacto una artesana que le hizo el trabajo de las cafeteras con las bolsitas para pasarla a las mesas y que sean ellos mismos los que colen su café y disfruten de esta experiencia. El resultado: la gente se peleaba por hacer ellos mismos su café en la mesa. 

Sin querer reconocer que entre manos ya tenían una idea de negocio, Esteban empezó en la cocina, su compañero atendiendo mesas y un sobrino suyo atendiendo en caja. Las personas no dejaban de llegar, se convirtieron en la visita obligatoria de muchas familias que atraídas por la nostalgia se sentían felices recordando las formas de hacer café. 

Unos les decían que el café debe colarse solo una vez, otros que son dos las reglamentarias  y para algunos que estas deberían ser 3. 

Al agua había algunos que les sugirieron echar clavo de olor o en algunos otros casos que no faltara la miel y entre muchas otras costumbres no faltó el que dijera que el agua debería echarse siguiendo el giro del churo cósmico. 

Hacer café es sin lugar a dudas un conocimiento patrimonial de cada casa y como se haga será la verdad absoluta de cada hogar. 

En la Fundación se trabaja constantemente por mantener las tradiciones, la recuperación de la memoria  de Pasto, su  historia, su idiosincrasia. Don Esteban nos comenta que se está perdiendo la enseñanza por la identidad pastusa especialmente en los niños, ya que no conocen sus personajes ni mucho menos la historia de su ciudad y no se dan cuenta la fortaleza cultural e ideológica que podríamos tener al preservarlas. 

Para que la experiencia de tomar café fuera completa, también tienen un delicioso menú para acompañarlo. Desde pan de suelo, allullas con queso. papa con maní de ají o la papa con concho hasta los envueltos de queso, de maíz o champús.

Y buscando sabores y platos de la tierra se encontraron con la tradición del atadito andino, que es un plato cuya presentación viene en hojas; La primera está el delicioso frito pastuso con papa amarilla, yuca y papa pastusa y la segunda hoja con mote, haba, olluco aji de mani y queso, haciendo un homenaje que recuerda cómo se servía en los tiempos de los abuelos.

Esta Casa del Café es toda una experiencia gastronómica, un espacio pedagógico para que la gente salga aprendiendo sobre costumbres y tradiciones. Ese es su reto. 

Un lugar que indudablemente cambiará su forma de ver, sentir y aprender de Nariño, mantiene una decoración artesanal, natural, se siente en cada rincón, en cada detalle pensado en que la gente recuerde con nostalgia la casa materna donde se notaba el cariño y la tranquilidad. 

La verdad es que  “El pastuso que no conozca la Casa del Café no es pastuso”    

GALERÍA FOTOGRÁFICA

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